La muerte destruye toda belleza
en el hombre y sin embargo el hombre la reta creando belleza porque la
presencia del arte supera la existencia del individuo. La muerte nos despoja de
toda identidad, ante ella todos somos y nos vemos igual. Nuestro compromiso es
ineludible y el tiempo es imparable, nos acerca a ella a cada día, poco a poco.
Daniela Negrete y Javier Avilés
convergen en el vanitas, en ese recordatorio de la temporalidad de la
existencia. Nos podemos mirar en su espejo y reconocer nuestra fragilidad, lo
tangible y lo inasible se mantienen unidos mientras vivimos, mientras nuestro
ser habita contenido dentro de la máquina que somos.
Por debajo de la piel y los
órganos está ese secreto que jamás conoceremos, esa homogeneidad que nos sigue
representando el fin de la vida y Avilés lo pinta como un testimonio
delicadamente esbozado, como un golpe de luz o una llamarada.
Volvemos a encontrarlo de la mano
de Negrete, rodeado de flores, mariposas y rostros de mujeres jóvenes —¿podemos
imaginar otra representación más llena de belleza efímera? — que se disuelven
entre veladuras y salpicaduras de colores. Está ahí anunciando el silencio
eterno del sepulcro, entre la angustia, los restos de la infancia, la
resignación y el éxtasis.
Estas obras repiten incesantes el
mensaje: nuestra verdad es ahora, nos pertenecemos solo a nosotros, nuestra
opción ante la inevitable muerte es vivir con belleza, cuando esta desaparezca
de nuestro ser no seremos más en este mundo aunque sigamos en él.
Aldo Hinojosa
Daniela Negrete / Persistencia del pasado / Acrílico sobre papel / 2015 (izq.)
Javier Avilés / Caníbal (detalle) / Óleo sobre tela / 2015 (der.)
*Este texto fue escrito para la exhibición pictórica "Tiempo y despojos" de Daniela López Negrete y Javier Avilés que se presentó en 2017 en el lobby de Pronósticos para la Asistencia Pública, en la Ciudad de México.
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