El juglar |
El escenario se
encuentra sumergido en la oscuridad primordial, en la oscuridad absoluta y el
silencio anteriores a la revelación. La nota más grave perceptible al oído
humano escapa desde el lento balanceo de una campana invisible.
La escena se aclara
poco a poco y a medida que el negro va cediendo lugar a un gris cada vez más
luminoso, el tañido de la campana va agudizándose, hasta alcanzar una nota
límpida argentina.
Figuras geométricas
aladas se insinúan vagamente sobre el telón de fondo, escuchándose sonidos muy
dulces, tintineando en una alegre confusión, parecidos a aquello que al
crepúsculo y al alba se escuchan en los Templos de Shiva.
El Andrógino |
Una figura semejante
a una inmensa ala de libélula se delinea, como un arpa, y un acorde puro y
suave sucede al desorden acústico anterior.
Aparece el Juglar,
acompañado por el ritmo claro y profundo de instrumentos de percusión. Comienza
a bailar como saliendo de un sueño, inventando las formas de la vida. A lo
largo de su ejecución, una intensa luz golpea por momentos el círculo de su
vientre, que se ilumina como un sol. A cada rayo de luz corresponde un golpe de
gong, como las columnas en los templos egipcios responden al primer reflejo
solar con su canto pétreo.
Betelgeuse |
El primer ser creado
por el juglar, comienza a bailar. Se trata del Andrógino, de trágico destino.
Su danza se asemeja al conflicto del que son presa los amantes, y poco a poco
se define en él lo característico de la dualidad mortal.
Betelgeuse, la
estrella más brillante de la constelación de Orión, aparece deslizándose como
sobre agua, dilatándose como un surtidor que se curva en espirales de luz. Es
el personaje femenino del ballet. Al terminar su danza se repliega hasta el
fondo de la escena, semejante a la presencia indescifrable del destino.
El Can |
El Can, bajo las
formas del dios Anubis, ejecuta las danzas de las alegrías animales, y enlazado
entre el cielo y la tierra se envuelve en las formas geométricas que penden
como las telas de araña encadenándolas. Su danza, después de expresar la
libertad y el éxtasis, termina con una lucha desesperada por librarse de alas y
de los lienzos que lo apresan. Al fin, permanece tendido, inerte, privado de
toda identificación.
La escena se aclara
más y más, la música se clarifica al tiempo que la luz se hace más intensa.
El gran decorado de
escarcha reluce con todas sus estrellas, con todas sus flores, y de un sol que
parece de nieve surge poco a poco la imagen del Ave del paraíso. Se mueve como
una corola que se abre, desplegándose verticalmente sobre un punto fijo, como
un doble abanico vibrante. A cada sacudida de sus alas corresponden ecos
cristalinos. Totalmente desenvuelta, su figura se queda suspendida, al resonar
una última nota, la luz se hace cada vez más brillante, hasta absorber toda
forma visible. La cortina cae, tras un último resplandor, en tanto que se
escucha un último acorde.
México
4 de octubre de 1946
Alice Rahon
2 Comentarios
Hola Aldo,
ResponderEliminartengo una duda, ¿las imágenes son de Alice Rahon?
¿Sabes de alguna página o libro donde pueda ver su trabajo?
Saludos,
G.
Pd. ¡Hermosas fotos!
Hola! Las imágenes del post son ilustraciones que la propia Alice realizó para el ballet. Hay un libro pequeñito que hizo Lourdes Andrade titulado "Alice Rahon, Magia en la mirada" que editó CONACULTA. Hasta donde yo sé, lo que puedes hallar en otras publicaciones, revistas libros son fragmentos sacados de dicho libro. Y hubo un catálogo que se veía bastante bien (yo no pude adquirirlo) de la exhibición que el MAM realizó hace unos años sobre Alice pero lamentablemente ya no hay ejemplares en existencia. Ojalá haya una segunda edición.
ResponderEliminarGracias por comentar. Saludos!!