Geo Legorreta



Pionera de la danza hindú en México, es la primera mujer en traer e impartir el estilo Mohiniyattam. Quedó prendada de la danza al ver bailar a un hindú. Viajó a Londres donde reafirmó su pasión por el arte. Allí encontró maestros, estilos, disciplinas a y su gurú, Nirmala Paniker, quien la llevó a profundizar y debutar como bailarina en la India. 


El linaje dancístico al que ha dedicado su vida ha echado raíces en su propia nación, y recientemente en Tepoztlán, donde reside y sigue impartiendo y extendiendo la danza de la encantadora divina con colaboraciones y proyectos de su compañía de danza Shaktala.






¿Cómo llega la danza a tu vida?

Tuve oportunidad de tomar clases en el Ballet Independiente. También me acerqué a la danza folclórica a los 18 o 19 años. Me gustaba el zapateo, me parecía una parte inigualable de la riqueza cultural mexicana y la sensación me resultaba muy alegre, rítmica y poderosa. 

Después, en la Alianza Francesa, vi la presentación de un bailarín hindú llamado Astaad Deeboo. No lo conocía y nunca había visto danza hindú. Me dejó totalmente asombrada, este hombre bailaba, brincaba, daba giros. Interpretó una pieza donde se pintó la mitad de la cara de rojo y la otra mitad de verde. Era una danza de Shiva y Kali. Era femenino y masculino, un lado era dinámico, fuerte, lo masculino. El otro lado era lo femenino, tenía la parte iracunda de Kali pero también la suavidad de la seducción femenina. Había un elemento de ritual y teatro muy mágico. Al salir de esa función, cuando nadie vio, me llevé su foto, pensé “no es posible que haya un ser humano que baile así”. Años después viajé a Londres, allá empecé a descubrir que la India es parte de su cultura y que hay una presencia muy importante, no solo de India, sino del oriente. Vi por primera vez el “Kathakali”, la danza teatro de Kerala (sur de la India), el estilo “Odissi” y el “Bharatanatyam”, entre otros. 

En ese tiempo supe que había una maestra dando clases de estilo Mohiniyattam y Kathakali. Así conocí a mi primera maestra, Tara Rajkumar, hermosísima mujer con el pelo hasta la cintura y una cara preciosa. Llegué a su clase y estaba llena de alumnas, hindúes, inglesas obviamente, y yo hasta atrás tratando de copiar lo que podía. Me pareció todo muy extraño. Me gustó mucho, aunque me sentí rígida como cangrejo. Al final la saludé y le dije “Hola, soy de México y quiero aprender danza”. Me dijo “aquí tenemos una compañera de México”. Volteé y no vi a ninguna mexicana, entonces la llamó Angelique y llegó esta hermosa mujer de ojos verdes, vestida de sari, era Angélica Aragón. Nos volvimos muy buenas amigas y por muchos años compartimos el entrenamiento de danza.

En ese entonces yo no diferenciaba muy bien así que aprendía lo que la maestra estuviera enseñando. Daba clases tres veces por semana, un día enseñaba Mohiniyattam, al otro día Kathakali. Fui entendiendo la diferencia en ellos. El Kathakali era más masculino, más abierto, los golpes en los pies eran a los lados mientras que en Mohiniyattam eran más suaves y contenidos.

Los últimos años, Tara Rajkumar se dedicó más al Mohiniyattam y ahí dije “esto es lo mío”. Después de aproximadamente cuatro años, a su esposo le surge un muy buen trabajo en Australia y dejan Inglaterra. Cuando se van me dice “tienes que ir a India, tienes que continuar”. Yo trataba de conseguir una beca con el Consejo Británico, pero nunca resultaron esas aplicaciones. En medio de ese proceso entré a la carrera de música donde sí me becaron para estudiar guitarra. Por muchos años estudié danza hindú y música a la par, eso me ayudó a entender la rítmica y la danza.

Después mi maestra me recomendó a un maestro de Kathakali que llegaría a Londres, un joven llamado Unnikrishnan. El Mohiniyattam pasó a un receso porque no había maestras de este estilo en Inglaterra, por lo menos en Londres, donde estaba la Academia de Danza Hindú. No quedaba otra más que regresar al Kathakali, que me gustaba, pero era una forma más marcial y masculina. Con él estudié varios años. Después me informa que viene una maestra de Kerala, que era muy buena y debía conocerla; era la gurú Nirmala Paniker. Ella estaba a tres horas, aproximadamente, de Londres. Yo tomaba un tren y me iba a pasar unos fines de semana largos. Vio lo que había aprendido y me empezó a formar nuevamente con el Mohiniyattam. Cuando terminó su residencia regresó a India y me dijo “please, come”. Se me estremeció el corazón porque dije “ya tengo una invitación para ir a India”. Como te conté, no había financiamiento, pero en esa época fallece mi abuelito y nos deja una herencia. Entonces vi la oportunidad. Eso fue en 1989.

¿Cómo asimilas los aspectos de la devoción y la tradición hindú siendo una mujer extranjera que viene de una cultura totalmente distinta?

Soy consciente de que soy una mexicana que ha dedicado su vida a la danza hindú y no soy hinduista, sin embargo, al ser la danza hindú un camino espiritual, indudablemente se tiene que comprender y estudiar la metodología y la religión, separando la espiritualidad y la religión. Tienes que entrar al aspecto devocional que corresponde a las dos cosas. Hay devoción en el camino espiritual, así como en el camino religioso. Estamos bailando para el rey de la danza, el dios Shiva, también para Ganesh, Krishna, Saraswati, Lakshmi. Ha sido un aprendizaje que no ha terminado. Cuando estuve en India fue muy real porque estaba en casa de la gurú, que es hinduista, formé parte de las oraciones y las actividades del templo. No es que me convirtiera en hindú, pero al estar estudiando danza hindú era recibida en el contexto de una cultura milenaria y bastante hermética, con la raíz de estos aspectos espirituales y religiosos de una devoción profunda. 

También se cultivaba la humildad porque cuando se toma una clase los alumnos tocan los pies de la gurú y después tocan su corazón o su frente. Es algo muy ancestral tocar los pies del gurú. La palabra “gurú” significa “el que te guía hacia la luz”, es decir, que estás en cierta obscuridad o ignorancia. Los pasos que ha dado el gurú te ayudan a avanzar. Antes de las funciones también le pides permiso porque son sus pies los que te han guiado. Es un aspecto que siempre tengo presente porque te ayuda a doblegar el ego, si se cae en el virtuosismo de querer ser mejor que otros, recuerdas que esta danza viene de una cultura donde se tocan los pies del gurú.

Empezaste a estudiar danza hindú en 1980 en Inglaterra y volviste a México casi veinte años después ¿cómo te reintegraste al país trayendo una disciplina de otra cultura?

Tomó mucho tiempo y no fue fácil. Tuve que volver a construir mis contactos sociales, me sentía extraña, por eso cuando llego lo primero que me interesa es ver quién hace danza hindú y me encuentro con Djahel Vinaver, que ha entrenado gente en Odissi y Bharatanatyam. Conozco a Patricia Torres, bailarina de Bharatanatyam que pasó mucho tiempo en India. Es una gran aliada porque empezamos a hacer funciones juntas. 

Las cosas se fueron dando según los contactos sociales y con esos contactos comencé a impartir clases a finales de 1999. Empecé a introducir el estilo Mohiniyattam, no encontré a nadie más que lo hiciera, era prácticamente desconocido. En una función hubo una rifa y el premio lo ganó Ana Luisa Salas, quien hasta el día de hoy sigue siendo una alumna muy devota, esa fue la primera vez que ella me vio bailar.

Al regresar a México encontré alumnas muy interesadas en el Mohiniyattam y entonces decidimos formar un grupo bajo el proyecto “Shaktala”, para que cuando nos presentáramos tuviéramos un nombre, una identidad. Así todo se volvió más formal. 

La compañía “Shaktala” fue creada durante mi estancia en Inglaterra. Estando en Bristol, las alumnas y yo nos sentamos un día después de clase y pensamos “¿qué nombre le ponemos?, ¿quiénes somos?” y de ahí surge el “Shakti”, que es la energía femenina que mueve a la consciencia de Shiva y el “Talam” que es la energía rítmica, entonces Shaktala encaraba lo que sentíamos que éramos porque bailábamos danzas del repertorio tradicional pero también danzas de mi propia creación. Era dinámico porque era un grupo de danzas del sur de la India que incluía danza folclórica, creativa y tradicional.

La danza crea un legado que se va tejiendo entre maestros y alumnos. Luego los alumnos se vuelven maestros y ese tejido sigue nutriendo la tradición. ¿Cómo te sientes al ser parte de este linaje dancístico?

La Gurú Nirmala Paniker y Geo Legorreta
en el Festival México - India. Tepoztlán. 2007
Es un honor, de hecho, hay una visión para este año de rescatar el linaje Mohiniyattam de la gurú Nirmala Paniker. Tengo muchos años de enseñanza del repertorio tradicional pero también del repertorio que yo he creado. Siento que esos dos aspectos son hilos de ese tapiz que mantienen vivo el linaje. A veces Shaktala ha estado muy activa y de repente se dispersa. No ha sido fácil que continúe este linaje en México, viví en Cuernavaca y ahora viviendo en Tepoztlán es más difícil pues esta montaña (El Tepozteco) te abraza, entonces quiero hacer más cosas en Morelos. Siento una gran responsabilidad y honor. Esta visión implica ubicar quienes han ido a India con la gurú pues varias alumnas y alumnos avanzados han estado allá. La idea es encontrar formas para transmitir sus danzas para que ese linaje se esparza y se convierta en un jardín y no sea solo una planta. 

En el 2007 tuvimos un festival de la India en México en Cuernavaca. Invitamos a la gurú y a una de sus alumnas. Cuando llegó estaba bastante asombrada. Me decía “bien hecho, has logrado algo”. Se dio cuenta de que la devoción, el interés y las ganas de aprender estaban muy vivos. Fue maravilloso que hubiera tanta gente y que conocieran a la gurú porque no es lo mismo mi enseñanza como mexicana, que la gurú con la forma tradicional. Ella sabe que estoy haciendo esto, sabe que hay gente que lo está tomando muy en serio. A veces hay alumnos que la visitan y estudian con ella un tiempo. No es fácil, se tienen que dar todas las condiciones: tiempo, dinero y condición física. Imagino y quiero pensar que está orgullosa de que esto suceda. 

¿Cómo te sientes al ver tus conocimientos asimilados y replicados por tus alumnas y alumnos?

Es una continuidad de conocimiento similar a una semilla que se siembra en tierra. Lo veo florecer en formas bellas y diferentes, no siento que sea solamente la danza, es una forma de vida porque el Mohiniyattam está cultivando el equilibrio entre la fuerza y la suavidad, eso es muy interesante en la vida de cada persona. ¿En qué momento usas tu fuerza y cómo la usas sin agresión?, ¿en qué momento tu suavidad no se vuelve debilidad ni vulnerabilidad sino un arma más? Mohini sedujo a los demonios con su suave danza. Entonces hay ciertos poderes en esta esencia de Mohini y yo lo veo florecer en cada alumno, no todos lo entienden, pero creo que en el mismo entrenamiento van asimilando y encontrando qué es ser femenino, incluso los hombres van encontrando qué es la fuerza femenina en sus cuerpos y su expresión, qué secretos pueden expresar a través de la danza que quizá no pueden mostrar en otras maneras.

Originalmente el Mohiniyattam era interpretado únicamente por mujeres, hoy hay hombres bailando también, ¿cómo percibes la caída de esta barrera?

Está siendo derribada hasta en India, hay bailarines que incluso se visten con el traje de Mohini. Ese rompimiento es tan importante a nivel social que también se da en el Mohiniyattam. Desde el principio, cuando tengo uno o dos alumnos hombres que quieren bailar me llama la atención porque es trabajar con la corporalidad masculina, no se trata de que ellos sean tan suaves como nosotras, sino que encuentren la feminidad en su estructura física, con su fuerza y dimensión porque es muy bello ver a un bailarín haciendo Mohiniyattam. Me da gusto, siento que es muy atractivo porque es el atrevimiento de romper la barrera de género. 

¿Cómo te sientes antes de dar un recital?

Muy emocionada, el corazón late fuerte. Es una combinación de nervios, pero estoy consciente de que la transformación física ya ocurrió con esas dos o tres horas de maquillaje, peinado y vestuario. Al salir al escenario dejo de ser yo, de alguna manera es Mohini, le estamos pidiendo permiso a su espíritu para que se manifieste y baile a través de esta transformación. Hay un aspecto de trance hasta cierto punto, debes estar muy atenta, consiste en que sales como otro personaje y con la responsabilidad de bailar como Mohini. Sigues siendo tú, pero con otra energía, definitivamente el traje te da un poder especial que no hay que mal usar. También siento una combinación de poder y humildad porque te empoderas, pero el ego toma otra dimensión. Hay que usar nuestros talentos, pero saber que no se trata de ti, eres una intérprete, entonces la humildad es importante para que la belleza brille de una manera libre.

El “Arangetram”, momento en el que el bailarín debuta como solista, debe ser memorable, ¿cómo fue el tuyo?

Geo Legorreta en Inglaterra. 1981
Durísimo, no tenía suficiente tiempo para estar en India. La gurú me trabajó muy fuerte durante cinco o seis meses para aprender las danzas. Fue muy emocionante porque se lleva a cabo con músicos en vivo, es muy tierno ese encuentro en el escenario, confías totalmente y es hermoso, pero da miedo. Fue en un Ashram de un gurú que nos recibió y los devotos arreglaron el espacio con guirnaldas. Las personas que asistieron tenían un camino espiritual, entendían el concepto de la danza hindú, donde los dioses se están manifestando y Mohini está ofreciendo su danza. Fueron muy amables y cuando terminé, el gurú me dio un regalo, un comentario que había hecho sobre el Bhagavad Gita. Leí la tarjeta y había escrito “cuando te vi bailando recordé el sol naciente”. Para mí ese comentario fue maravilloso, porque por lo menos él, como hombre espiritual sí vio un brillo que nacía y que ahora sigue brillando. 


Fue duro el proceso, pero sumamente emotivo, al día siguiente era día de clases y le pregunté a la gurú cómo había estado, su respuesta fue “not enough bending” (no te doblaste lo suficiente). Pero así son las gurús hindúes, no te van a decir “súper bien” sino “tienes más que trabajar”. Creo que lo hizo también porque el Arangetram es el inicio de una carrera, entonces siempre hay más.

¿Cómo percibes el camino de la danza hindú haciendo una comparación entre la Inglaterra de los ochenta y México en el 2019?

Totalmente diferente. Un movimiento importante ha sido la visita de un gurú de Odissi llamado Soumya Bose, viene a México a petición de algunas de sus alumnas que van a India. Es un gurú joven, alumno de Sujata Mohapatra, a quien yo vi bailar en Londres durante mi estancia. Se queda algunas semanas en México y deja estipulado un programa de estudios y tareas, las alumnas más avanzadas quedan a cargo. Esto ha sucedido durante los últimos 3 o 4 años. El grupo se llama Guru Kripa. He visto su trabajo y es impresionante porque han tenido lo mejor de los dos mundos: un gurú de India que viene a entrenarlas y alumnas avanzadas que dan seguimiento tres veces por semana. Han abierto un camino importante.

Hace años, el entonces embajador de la India en México, nos invitó a Patricia Torres y a mí a cenar y nos contó que tenía la visión de abrir un centro cultural y quería nuestra opinión ¿qué debían enseñar?, ¿cómo se debía hacer? Plantó la semilla del actual Centro Cultural de la India Gurudev Tagore en Ciudad de México. Mariana Flores estaba regresando de India y la recomendé, me pareció bueno que empezara a enseñar Mohiniyattam. Patricia Torres tomó el área de Bharatanatyam y una alumna de Djahel Vinaver tomó el área de Odissi. Han venido maestros de la India a enseñar Kathak. Ese Centro Cultural se ha vuelto muy importante porque tiene el apoyo del gobierno de la India para traer los recursos necesarios. Dan funciones por todo México. Es un auge impresionante de la danza hindú en México.

Geo Legorreta
Fotografía instantánea hecha en película Instax Mini
8.6 x 5.4 cm
2019

Esta entrevista fue publicada en la revista Siglo Nuevo del periódico El Siglo de Torreón el pasado sábado 18 de mayo en su edición No. 337.

Conoce más sobre Shaktala aquí

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